A veces podemos llegar a pensar que ciertos fracasos son ineludibles. No siempre es así, nada esta escrito ni predeterminado. Es más, la escusa mas cobarde suele ser culpar al DESTINO. A veces un rayo de felicidad, un destello de luz, se cruza por tu camino y hace que cambien tus planes. Sucede a veces, que algo te eriza la piel y te rescata del naufragio.
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